Hola compañer@s, pensaba que el primer mensaje del 2010 serían las notas de los meses pero al menos hoy no será.
Para ir calentando motores sobre los temas de la educación internacional les dejo el artículo que hoy publicó El Universal escrito por el Dr. Jean Meyer. Está para reflexionar sobre la realidad que aquí tenemos. Va pues y espero que tod@s hayan tenido un inmejorable inicio de año.
Jean Meyer, Rusia y sus huérfanos
EL UNIVERSAL 03 de enero de 2010
La Secretaría de Educación Pública de la Federación de Rusia registró 745 mil niños huérfanos y/o abandonados el año pasado para una población total de 142 millones de habitantes. Al final de la Segunda Guerra Mundial, “la Gran guerra Patriótica” que costó 20 millones de muertos a la Unión Soviética, la república de Rusia tenía 680 mil huérfanos. Esta comparación da la dimensión del desastre demográfico actual, denunciado y subrayado varias veces por el presidente, ahora primer ministro, Vladimir Putin. El número de estos niños es un indicador de crisis: crisis de salud entre los adultos golpeados por el alcoholismo, el tabaco, los accidentes de trabajo, muchas veces ligados al alcohol, las patologías cardiovasculares y respiratorias provocados por lo mismo y por la contaminación del aire, del suelo y de las aguas en muchas partes, todo lo cual ha disminuido de manera considerable la esperanza de vida de los hombres y de las mujeres en Rusia. Pero también crisis social y sicológica, individual y colectiva, si uno piensa que según la SEP rusa 80% de los huérfanos tienen un pariente en vida que los rechaza o no tiene la capacidad material o mental de recogerlos.
Masha K., una periodista que logró entrar a trabajar en un orfanato de la región de Moscú, para investigar sobre las condiciones de vida en tales instituciones públicas, tuvo la sorpresa de ver padres visitar a sus hijos. Gente sin trabajo, sin recursos, prácticamente sin hogar, han decidido, como en los cuentos de Grimm, abandonar a Pulgarcito y a sus hermanos para que tengan que comer tres veces al día y reciban una educación.
La pequeña Marina le contó que estaba aquí, con su hermanita, por la segunda vez. “En la casa nuestros padres beben, aquí, en el orfanato, nadie toma”. Paréntesis: acuérdense que en México el alcoholismo es un flagelo nacional, invisible si uno lo compara a la violencia desatada por la guerra del narcotráfico, pero mucho más grave por sus dimensiones y consecuencias a largo plazo. En Rusia, cada año, el número de personas que pierden su patria potestad aumenta, la inseguridad económica, la precariedad del empleo induce comportamientos adictivos y violentos de los cuales los niños son las primeras víctimas. Por eso son tantos los niños que huyen de sus padres y que los servicios sociales intentan rescatar de la calle. Otro paréntesis: nosotros, también, tenemos nuestros niños de la calle, por las mismas razones.
Para sus huérfanos/abandonados/fugitivos, Rusia tiene unas dos mil instituciones federales, estatales, municipales, sin contar las organizadas por la Iglesia, organizaciones no gubernamentales (ONG) y particulares. Los directores de las primeras hacen milagros para reparar techos, calderas, ductos de edificios a veces inmensos que alojan entre 700 y mil niños y que tienen un presupuesto de mantenimiento ridículo. Casi todo el presupuesto se gasta en ropa, comida, material escolar y juguetes, pero como no alcanza hay que hacer milagros, como esta directora de un orfanato de Pskov que consiguió fondos americanos para potabilizar el agua que bebían sus niños y que servía para la cocina. La situación es muy desigual porque depende de la riqueza o de la pobreza de las regiones y de la buena voluntad de las autoridades locales.
Hace 10 años, la Federación de Rusia facilitaba la adopción de estos niños por extranjeros, esencialmente europeos y norteamericanos. El presidente Putin, al tomar conciencia en 2002 de la crisis demográfica de su país (Rusia pierde un millón de habitantes al año), quiso solucionar el problema en Rusia misma y, como primer ministro, no quita el dedo del renglón. La idea es reducir al mínimo la población infantil de los orfanatos y confiar el mayor número posible de niños a familias que ayudan equipos de sicólogos y educadores. Sin embargo, conseguir una familia para cientos de miles de huérfanos no va a ser nada fácil y necesitaría una revolución tanto en la legislación como en la burocracia y en las mentalidades.
Dima, 4 años, acaba de llegar al orfanato. Una noche, su madre, lo había entregado a la policía, la cual lo confió a su padre (eran divorciados), pero el hombre era demasiado violento así que el niño acabó en el hospital. Si tiene suerte, su próxima etapa será una familia —huésped, pero ¡qué manera de entrar en la vida! En el sitio de ACER-Rusia sobran las historias trágicas, pero también uno encuentra razones para esperar, como esta asociación “El derecho del niño”, en Smolensk, que pudo crear un “centro de acompañamiento de familias y niños en situación difícil”. La ONG rusa “Otkazniki” (abandonados) visita y ayuda los niños en orfanatos, escuelas-internados, hospitales.
No se trata de criticar a Rusia. Tenemos nuestros abandonados y nuestros niños de la calle.
jean.meyer@cide.edu
Profesor-investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE
Entre los comentarios a la nota señalaban que al menos en Rusia tenían estadísticas, que aquí ni eso teníamos, lo cual me resisto a creer. Pero bueno así estaba el ánimo del comentarista. ¿ustedes cómo la ven?
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