domingo, 13 de diciembre de 2009

La última del domingo-lunes 14 de diciembre

Aquí va este artículo escrito también por Don Pablo Latapí.

EDUCACIÓN DESCENTRALIZADA: POR DONDE EMPEZAR

Pablo Latapí

A un mes de firmado el Acuerdo de Modernización de la Educación Básica, los Gobiernos de los Estados apenas se están reponiendo de los sobresaltos que les provocan sus nuevas responsabilidades. La enseñanza federal que les ha sido transferida adolece de muy graves problemas, en varios aspectos más agudos, que los de la enseñanza estatal. Corresponde ahora a las autoridades estatales avocarse a resolverlos.

Comentando esta situación con un magnifico amigo y colega, Manuel Ulloa, estuvimos de acuerdo en que uno de los problemas más apremiantes que tienen que abordar los Estados es el de la ineficiencia de la primaria, definida no por la proporción de alumnos que llegan a terminarla (55% es el promedio nacional), sino por la enorme sobrecarga de repetidores que suman –son datos de 1991- la fabulosa cantidad de 1’353,000 niños en los seis grados de ese nivel. Esta sobrecarga de plazas, estuvimos de acuerdo, representa, además de un cúmulo de frustraciones para todos esos niños que repiten año, un enorme desperdicio de los recursos públicos; a costos de 1991, 400 mil millones de pesos anuales. Lo interesante es que se puede reducir y aun eliminar este gasto inútil.

Fruto de nuestra discusión y de un ejercicio de cálculo que realizó mi citado colega son las siguientes reflexiones sobre un asunto de altísima prioridad en nuestra política educativa.

Las causas de la repetición son dos: la reprobación y la deserción temporal que lleva al alumno a reinscribirse, al año siguiente, en el mismo grado. El fenómeno es particularmente acentuado en los tres primeros grados y sobre todo en el primero; ello se debe a que los profesores tienen la consigna de reprobar a los que no saben leer y, desafortunadamente a todos sus alumnos. En el primer grado están repitiendo año 21.4% de los alumnos, lo que significa 541,000 niños (pero hay cinco Estados con índices superiores al 30%). En los tres primeros grados el porcentaje acumulado es de casi 15% (1’056,000 niños).
Para muchos será una sorpresa saber que la enseñanza federal ha tenido índices de repetición más altos (11.5%) que la estatal (8.8%); y también que la enseñanza privada aventaja a ambas por muchos puntos que sólo tiene un 1.7% de repetidores. Esto último muestra, por cierto, que es posible abatir la repetición.
En los últimos 20 años las proporciones de alumnos repetidores en estos tres grados han disminuido (4% aproximadamente), pero se cree que esta mejoría se debe en buena parte a las consignas que reciben los maestros de sus superiores, de no reprobar más que una determinada proporción de sus alumnos.
No está demás recordar los efectos perniciosos que tiene la repetición en los niños: la pérdida de un año de estudios, desde luego, pero sobre todo el estigma de niño tonto, el deterioro en su autoestima, el desaliento y la falta de interés en materias ya estudiadas. Para el maestro, los reprobados son también fuente de problemas disciplinares y didácticos. En cierta forma, los repetidores son el testimonio del fracaso del sistema educativo.
Ahora bien, si fuese posible eliminar o reducir sustancialmente la repetición, se resolvería uno de los problemas más trágicos de la primaria y se lograría un ahorro más considerable de recursos públicos. Tras esta meta ha andado, desde hace varios años, un prestigiado investigador chileno, Ernesto Schiefelbein; en sus estudios sobre el tema el sugiere un camino de solución que tiene la ventaja de estar ya probado en la práctica. Tomando como ejemplo las innovaciones que Colombia ha hecho bajo el nombre de “Escuela Nueva” (que no es posible explicar en detalle aquí) y gracias a las cuales en ese país la repetición es ya insignificante, él propone aplicar en todos los grados de la primaria, coordinadamente, un conjunto de medidas pedagógicas que eliminarían la reprobación y la deserción. Ellas son: la capacitación de los maestros para manejar lo que suele llamarse “enseñanza personalizada”, el empleo de materiales de autoinstrucción, así como otros cambios en los enfoques pedagógicos y disciplinares, en la formación de valores y en la relación de la escuela con la comunidad.
Basándose en la experiencia colombiana, Schiefelbein ha calculado pormenorizadamente los costos que implica introducir estas medidas en los países latinoamericanos y llega a la conclusión de que se requiere un aumento de entre 5 y 10% en el presupuesto de la primaria, pero este aumento va a ser neutralizado o recuperado, en un corto número de años, por la disminución paulatina de plazas de repetidores. En sus cálculos pormenorizados estima, por ejemplo, que para Venezuela un aumento del 5% se recuperaría en 5 años, y para Honduras un incremento del 15% se vería compensado en 7 años.
Sería pues, factible que los Gobiernos de los estados iniciaran un programa intensivo de mejoramiento cualitativo de la educación primaria que redujera o eliminara en poco tiempo la repetición. Con los datos mexicanos puede estimarse, de manera aproximada, que un aumento de 5% en el presupuesto de la primaria (que a nivel nacional significaría 203 mil millones de pesos aproximadamente) quedaría recuperado cuando se lograse abatir el índice de repetición de toda la primaria a sólo un 5%, que es el equivalente al índice actual del Distrito Federal; en ese momento se habría eliminado en el país un número suficiente de plazas de repetidores que compensaría la erogación adicional hecha. Y, sobre todo, se habría mejorado sustancialmente la calidad de la educación. Cada Estado tendrá que diseñar un proyecto de acuerdo a sus condiciones específicas.
Estas reflexiones indican que es factible superar problemas fundamentales del sistema educativo, si se abordan de forma integral, con visión a largo plazo, preocupación pedagógica y voluntad política. Los Gobiernos de los Estados tienen ahora la oportunidad de mostrar que pueden hacer lo que la Federación no pudo. Ojalá pronto veamos muestras de creatividad y decisión.


Tomado de Pablo Latapí, Tiempo educativo mexicano I, México, UAA-UNAM, 1996

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