Me encontré el fin de semana con esta nota aparecida en La Crónica de hoy, el sábado 27 de febrero del año en curso y ahora la comparto con ustedes:
La globalización
Rodrigo Labardini Flores , periódico La Crónica de hoy, México, 27 febrero de 2010
Mucho se dice que en el mundo contemporáneo se vive la globalización. México está inmerso en ella y el proceso es irreversible. Pero, ¿qué es la globalización?
Se trata de un sistema internacional en el que principios y reglas generales del Siglo XX han quedado superados. El papel de los Estados ha disminuido y el de los individuos, empresas y sociedad ha crecido, entre otras causas por el deterioro del Estado e instituciones políticas, la reducción del globo terráqueo merced al internet y las telecomunicaciones y el empoderamiento de los individuos.
Según Thomas Friedman, en la Guerra Fría se tenía un concepto existencial: la división, representada por el Muro de Berlín. Las amenazas y retos derivaban de definir a quién se enfrentaba uno; había dos campos básicos: EUA o URSS. Por el contrario, en la globalización se manifiesta un opuesto: la integración. En un mundo crecientemente entrelazado, las amenazas derivan de con quién está uno conectado. Su símbolo es la red electrónica, el internet y las redes sociales, con su lado negativo incluido: el cibercrimen (como nuevos delitos y no sólo como nuevo medio de comisión de delitos). La globalización cuenta con tecnologías que defienden esa integración: mundo electrónico, computarización, miniaturización, digitalización, telecomunicaciones satelitales, fibra óptica.
Si bien sigue importando la fuerza de los actores, en especial los megatones de armamento que cada ojiva nuclear podía transportar transcontinentalmente, el factor relevante hoy es la velocidad: de comercio, viaje, comunicaciones e innovación. El concepto en el Siglo XX fue Einstein y su relación entre masa y energía: E=mc2. Hoy vivimos la Ley de Moore que señala que chips, computadoras y capacidad electrónica se duplican cada 18 a 24 meses y los precios se reducen a la mitad.
La relación dominante era el tratado, reglas entre Estados para regular sus relaciones, reducir fricciones, evitar el holocausto nuclear. Hoy es el negocio, nacional, internacional, vía internet, pero que permita a la empresa (no necesariamente al Estado) sobrevivir.
La innovación reemplaza a la tradición. Más importa lo que nos aguarda mañana que recordar los orígenes de ese mañana. Ya no interesa saber cómo funciona el celular, sino cuál es el nuevo modelo que reemplazará al que tenemos, pese a que siga siendo útil y funcional. Las enciclopedias impresas son antediluvianas; su lugar, los museos. Hoy, libros electrónicos, wikipedia es la fuente (¿confiable?) por excelencia. Pixeles, memoria RAM, interactividad: actualización, sí; antecedentes, orígenes, papel, conocimiento: historia, no.
Si un deporte simbolizara a la Guerra Fría debía ser la lucha de sumo: dos sujetos con pose y rito, peso y fuerza, mínimo contacto hasta el final, cuando toca empujar y sacar al oponente. Corea, Vietnam, Afganistán y la Crisis de los Misiles (1962). El deporte hoy sería los 100 metros planos una y otra vez, perder por un nanosegundo electrónico es igual que perder por una hora o un día. El negocio se lo llevó otro.
El mundo se definía con enemigos y amigos, socialista, capitalista, tercer-mundista, no-alineados, etcétera. El mundo se percibe hoy más como un mundo de competidores; las noticias electrónicas expeditas (no confiables) contra las escritas (tampoco confiables), bits y blogs contra blanco y negro impreso, Facebook y Twitter contra reuniones sociales. El Ateneo de la Juventud –contestatarios a Porfirio Díaz– es hoy un blog de ¿protesta? electrónica.
El temor existencial era perecer en aniquilamiento nuclear por el enfrentamiento de dos rivales identificados en una lucha por el mundo. La ansiedad hoy día (si se supera el desastre nuclear) es el aislamiento social que tenemos, el temor a los cambios generados por contrincantes en fronteras electrónicas, nuestros vecinos son nuestros competidores, luchamos por el sitio web frente a otros vecinos en Estonia, en China, todos unidos en una red mundial. Antes fueron difidencias a los desconocidos, no hables con extraños, no proporciones información por teléfono, hay que ser precavidos. Estos consejos perviven en la actualidad física, pero llegado el anonimato del teclado y la electrónica rápidamente subimos a las redes sociales nuestra información, fotos, parientes, estudios, desarrollos, preocupaciones cotidianas, vacaciones. Es ver una reunión de padres con 15 hijos que mantienen ese recelo a la persona física, todos sentados en la sala, sin jugar pelota, sin hablar, pegados a sus juegos electrónicos, al internet del celular y subiendo las fotos del desairado evento. Noviazgos profundos y apasionados en el teclado enfrentados a fraude (recibiste 10 millones de euros, dame tus datos bancarios y te los envío) y trata de personas (seamos modelos y guías de turistas internacionales).
Usábamos el radar para advertir los peligros que se acercaban, el enemigo venía a nosotros y podíamos detectarlo. Usamos hoy rayos “X”, gamma y otras técnicas intrusivas para detectar los peligros; el enemigo está entre nosotros, el narcotraficante, el secuestrador, el terrorista. Nos llamamos comunidades porque hay casas unas junto a otras, no porque conozcamos el nombre de los de la cuadra; nos llamamos comunidades porque merced al internet reencontré a mis amigos de la primaria. Los pen-pal de antaño hechos realidad con las computadoras, y no con desconocidos sino con nuestro pasado.
Una comunidad internacional.
Aquí la tienen. Es un enfoque más optimista del fenómeno? ¿ustedes que opinan?
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