viernes, 9 de octubre de 2009

navegando

Navegando antes de apagar la máquina, di con este artículo que se publicó hoy en El Universal que de alguna manera casi se puede el dicho latino que dice de te fabula narratur (esta historia habla de ti) y digo casi porque ustedes están estudiando. Una lectura para reflexionar y para no amilanarse pues mientras hay vida hay esperanza. Va pues.
“Generación del genocidio”
Ana María Salazar El Universal Viernes 09 de octubre de 2009
Hace algunos años, en este espacio escribí sobre mi preocupación por el desolador panorama que enfrentaba la generación de mexicanos que oscilaban entre los 15 y los 30 años. En 2004 señalaba que de cada 100 jóvenes mexicanos que se gradúan de una institución universitaria, 45 no obtendrán trabajo en la carrera que estudiaron, y de los 58 países analizados en un reporte de la ONU, resalta que México ocupa el tercer lugar en robos con violencia.
Ya en 2004 hablábamos de cómo en México se redujo de 14 a 11 años la edad en la que los adolescentes empiezan a consumir algún tipo de droga, mientras que, en general, en todo el país el consumo de cocaína y de drogas sintéticas —especialmente las llamadas tachas— se incrementó hasta en 500%.
Ante tal realidad, yo especulaba desde entonces qué futuro le esperaba a esta generación de mexicanos. ¿Desempleado, criminal, víctima o drogadicto? ¿O ser parte de la diáspora de mexicanos que se va a Estados Unidos por falta de oportunidades en casa?
Lamentablemente, los datos de entonces sólo arrojaban una terrible conclusión: para la mayoría de los jóvenes de esa generación el camino que les espera era siniestro, con falta de empleo o empleos no en su área de especialización, violencia en las calles y el laberinto de la drogadicción. Justo por ello, a esa generación de mexicanos la llamé “generación del genocidio”. Algunos lectores de este espacio me criticaron por este término por ser demasiado fuerte; sugerí entonces que deberíamos bautizarlos como la “generación sin rumbo”.
La situación de esta generación simplemente ha empeorado, confirmando muchas de las tendencias que observábamos hace años. Más adicciones, más violencia y menos oportunidades.
En los últimos meses de nuevo surgieron varios reportajes sobre esta generación, que otra vez subrayan los retos de este grupo que algunos espacios están denominando la generación del milenio; otros artículos la han nombrado generación de los “Ni-Ni”, porque ni estudian ni trabajan. En la más reciente edición de la revista semanal Día Siete se señala, además, que son una generación de 7 millones de mexicanos apáticos y desesperanzados. Según expertos citados en este texto, su desmotivación se debe en parte a que los “Ni-Ni” saben que sus condiciones de vida son peores que las de su padres y parecería que no hay muchas oportunidades de que esto cambie. El fenómeno de los “Ni-Ni” no sólo surge en México. El periódico español El País publicó en junio señalamientos de sociólogos de esa nación que habían identificado una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar.
Tuve la oportunidad de entrevistar a Priscila Vera Hernández, la directora general del Imjuve, sobre este tema, y ella señala que dos de cada 10 jóvenes mexicanos ni estudian ni trabajan, exponiendo a esta generación a más probabilidades de vincularse a la violencia y a los grupos del crimen organizado. El 40% de estos jóvenes abandona sus estudios por falta de posibilidades económicas y 30% porque no le gusta o no encuentra un beneficio. Para los que sí consiguen empleo, según Hernández, su permanencia laboral es corta, buscando cambiar constantemente de trabajo. Esta generación tiene absoluta desconfianza en las instituciones, ya sean políticas o empresariales. Otra característica, según la directora del Imjuve, es que se rompe la comunicación con los padres debido a la brecha digital y a la impersonalidad con que se relacionan los jóvenes por internet.
El reto para nuestra generación es cómo comunicarnos con los “Ni-Ni”, y buscar incorporarlos al ámbito laboral. Pero esto también implica que nos reponsabilicemos por las reformas integrales educativas y laborales que requiere México.
Muchos lectores seguramente dirían que el problema de la juventud, de esta generación, es que ¡qué fácil sería clasificar a esta generación de muchachos flojos y apáticos!
Pero las implicaciones de no tomar las medidas necesarias son básicamente condenarlos a una vida de violencia y delincuencia. Las generaciones anteriores tenemos que asumir nuestra responsabilidad de no haber hecho las reformas necesarias para asegurar que nuestros hijos tuvieran las mismas o mejores oportunidades de las que tuvimos nosotros. Ellos tiene el derecho de aspirar a una mejor calidad de vida, y no hemos creado ese país ni se los estamos ofreciendo. Yo insisto: esta es la “generación del genocidio”.
anamaria@anamariasalazar.comwww.anamariasalazar.com
Analista política

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